El
mundo está cruzado por una profunda crisis económica pero también -y fundamentalmente-
política. La contradicción entre los intentos de ajuste para recuperar
parcialmente la tasa de ganancia de los capitalistas y la movilización de
franjas enormes del movimiento de masas se agudiza día a día. El primer punto
clave para el debate es que la relación de fuerzas no es la misma de las
últimas décadas. Estamos convencidos de que los procesos de resistencia no se
limitan a lo económico, sino que continúan adelante y pasan a la ofensiva
contra los agentes del Imperialismo. Tal vez el ejemplo más claro sea el
griego, donde un paquetazo ajustador impulsado por la tríada (trilogía
económica conformada por el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea) y desarrollado por los
gobiernos conservadores y también por los socialdemócratas, generó una gran
resistencia. Sin embargo esta resistencia masiva logró comprender que
necesitaba pasar a la ofensiva y disputar espacios de poder, incluso el Estado.
Así fue que una expresión política de una parte de la resistencia encarnada en
Syriza (que es el Partido Progresista que gobierna en Grecia) logró triunfar en
las elecciones.
Los
procesos Latinoamericanos también viven una situación similar. Por ejemplo, el
heroico pueblo boliviano que durante décadas se cansó de tirar gobiernos
entreguistas, logró verse representado en una expresión política que le dio la
suficiente cohesión como para llegar a disputar el gobierno. El proceso sigue
vivo, plagado de contradicciones, pero latente. Con los gobiernos progresistas
la lucha continua pero no es el mismo escenario que en un contexto histórico de
consenso neoliberal ortodoxo. Los gobiernos progresistas nos hablan de otro
contexto y la lucha empieza a tener un color más político.
En
el caso de nuestro país, el último gran ascenso de masas (diciembre de 2001) no
logró encontrar una alternativa política, y un sector muy inteligente de la
burguesía criolla y dependiente pudo contener el proceso por una docena de
años. Lo logró con un doble discurso basado en un aparato de propaganda enorme,
sobre una coyuntura económica muy favorable y en base a un acuerdo débil del
bloque de poder en la Argentina. Así, con la Iglesia, con la burocracia
sindical, con la Unión Industrial, con una momentánea unidad del PJ, con las
empresas transnacionales (casi todas con problemas en sus casas centrales), con
los pooles de soja, con las mineras y con
los grandes medios monopólicos de comunicación, el Kirchnerismo logró
sostenerse en el Poder, pero sin haber podido liquidar el proceso 2001. Un
ejemplo de esto es la crisis de representación.
Ésta
en general fue entendida como que las grandes masas no creían en la
representación y, por ende, no se podían formar grandes colectivos que ser
representados; las luchas eran como mucho fragmentadas o individuales. Significó
el desarme y fragmentación de grandes actores nacionales: radicalismo,
sindicalismo, peronismo, etc. Pero dicha crisis no afecta sólo a las instituciones
de la clase dominante sino que recorre también a las de nuestra clase. Los
dirigentes no creen en sus colectivos; cuantas veces habremos escuchado “¿Para
que vamos a consultar a la gente?” o expresiones incluso más peyorativas. Las
nuevas fuerzas sociales de lucha debemos romper con estas concepciones aunque por
ello paguemos el costo de ser acusados de basistas.
En
los últimos años se han reproducido los conflictos a nivel nacional, ya sea salariales,
contra despidos y suspensiones, ambientales, estudiantiles, por la reurbanización,
por vivienda, de género, por nuevas representaciones gremiales, contra la
precarización de la vida en general, etc. Justamente los elementos inherentes y
continuos, con lógicos flujos y reflujos, siguieron avanzando y las ataduras
comienzan a deshacerse. La llegada parcial de la crisis económica fue otro
factor determinante que motorizó fundamentalmente a un sector de la clase obrera
industrial.
En
general, todos los procesos cuentan con algún que otro militante ligado a
alguna expresión actual o pasada de la izquierda. Y si bien en todos lados se
discute la necesidad de una alternativa política, esta no logra sintetizarse. En
lo que va del año se han llevado adelante elecciones en Mendoza, en Salta, en
Santa Fe, en CABA, en Chaco y en algunas localidades de otras provincias. Es
importante, como elemento del análisis de la situación, detenernos un instante
a analizar el panorama que han dejado las mismas.
En
primer lugar, y salvo por Salta y Chaco, todas fueron duras derrotas para el
Kirchnerismo (K). Incluso en Salta, donde Urtubey se impuso, el gobierno
nacional perdió la Capital en manos de Romero-Olmedo (massismo-macrismo) y a
nivel provincial redujo considerablemente su caudal de votos. Distintos armados
en los demás distritos lograron dejar al Kirchnerismo lejos de cualquier
aspiración. Tal vez el mayor golpe haya sido el de Capital, donde, tras pregonar
un seguro segundo lugar, terminaron ubicados en el tercero y con mínimas
chances para el ballotage.
Este
escenario tiende a ser analizado por las izquierdas como un avance de la
derecha, y el preanuncio de un escenario de ajuste y represión con consenso
social. Así estos “grandes analistas”
gritan asustados que el 89% de los porteños votan a la derecha. Tanto la
izquierda clásica como los K hacen el mismo análisis porque parten de una
concepción liberal sobre la votación y en general del Estado Burgués.
Análisis
desbordados de electoralismo y lineales, son la impronta del sectarismo, la
marginalidad y el liberalismo. Nos permitiremos discrepar en profundidad con
dichos análisis que consideramos auto-justificativos de las carencias propias
de una izquierda que no logra interpretar el momento que estamos atravesando.
Este momento, como afirmamos más arriba, es una transición entre un momento
hegemonizado por la lucha económica y su epicentro se corre lentamente a uno
más político.
En
segundo lugar hay que entender que el proceso de desgaste del Kirchnerismo es
profundo y acelerado. 12 años de gobierno han demostrado el fracaso del
supuesto posibilismo, y la entrada en una coyuntura negativa desde lo económico
desnuda la ineficacia del proyecto K. Va quedando en claro ante franjas cada
vez más grandes que la inconmensurable torta de plata que manejó el
Kirchnerismo nunca estuvo puesta en un proyecto estratégico de Independencia.
Muy por el contrario, la dependencia es cada vez mayor. La caída del nivel de
vida de la mano de una inflación creciente es un hecho determinante y concreto
que palpan día a día millones de trabajadores. Y los millonarios subsidios a la
supuesta Burguesía Nacional se trasformaron en millones de dólares en fuga y no
en inversión estructural para que crezca la capacidad productiva y se modifique
la matriz del país que no escapa a la de los años ‘90.
El
espacio que va dejando vacante el retroceso K tiene que ser ocupado por
alguien. En tanto y en cuanto ningún proyecto revolucionario lo ocupe, esa
dispersión inevitablemente irá recayendo en falsas alternativas. Pretender
interpretar que el 90% es ideológicamente de derecha es profundamente
superficial y costaría explicar la mayoría de los procesos que se van dando. Compartiendo
muchas veces ese posicionamiento se encuentran quienes declaran que el FIT se
ha consolidado y que desde allí surge una alternativa a izquierda. En sintonía,
algunos de la declamada Izquierda “independiente” ven en esa supuesta consolidación
una trinchera desde donde plantarse de cara a la resistencia que se vendría.
Intentaremos
humildemente demostrar lo inexacto y erróneo de dichas posiciones. El
crecimiento del FIT en 2013 se dio principalmente porque el votante premió en
principio la unidad-persistencia y en segundo lugar su lucha. El FIT, en su
proceso electoral, viene retrocediendo en este 2015 con respecto a las
elecciones legislativas de 2013. Es difícil hacer una comparación con las de
2011 (últimas ejecutivas). Los escenarios 2011 y 2015 tienen muy poco que ver.
El momento político que atravesamos es de caída acelerada del Kirchnerismo y no
de consolidación. Por lo tanto se libera un espacio. La conflictividad social
es más elevada. Y estamos convencidos que lo que se le cae al Kirchnerismo lo
hace esencialmente por izquierda. Además podríamos mencionar que incluso
haciendo esta comparación en varios lugares, como en Salta por ejemplo, la
votación del FIT es inferior a la del 2011.
Muestra
de esta última afirmación es el record en la abstención del votante. En Rosario,
por ejemplo, entre ausentes, blancos y nulos, casi 1 de cada 2 rosarinos no votó
a nadie. A pesar de esto, los mismos que pregonan (por derecha o por izquierda)
el ajuste y la derechización social, ven en el triunfo de Del Sel el preanuncio
del consenso social hacia la derecha. En
CABA la votación válida se redujo un 5%, en Mendoza también un 6%, y en Salta
un 9%. Índices similares se vieron por
última vez en las elecciones de octubre del 2001.
¿Significa
esto que en unos meses vamos a un estallido social? No lo creemos como algo
probable. Es indudable que, a pesar de estos números, las elecciones tienden a
canalizar gran parte de la bronca popular. Sin embargo estamos convencidos de
que algo se ha reflejado. El FIT viene en bajada: que en CABA haya sacado el
2,2% (1,5% del padrón) lejos está de mostrar el fortalecimiento de una
alternativa de masas allí, pero esta tendencia es igual en todo el país.
El
final del año pasado y el comienzo de este mostraron un alto índice de
conflictos. Por ejemplo a nivel laboral, fue el verano con más conflictos
obreros en muchos años. También arrancó el año con conflictos estudiantiles y
ambientales. Un ejemplo es la lucha contra la pastera contaminante de Botnia.
En los barrios, la bronca se va acumulando y miles de vecinos se organizan
autónomamente o con organizaciones sociales. Sin embargo estos procesos, de los
que surgen miles de activistas, no se reflejan en ninguna expresión electoral
de izquierda. Creemos decididamente que la principal responsabilidad pasa por
la propia izquierda.
La
vanguardia creciente quiere pensar, opinar, debatir y tener posiciones propias.
El modelo que encuentra del otro lado es profundamente esquemático y dogmático.
Al mismo tiempo se encuentran con que el FIT no puede tener una sola línea en
común. Tal vez el ejemplo más patético haya sido el del subte, donde la
presentación del FIT en dos listas separadas facilitó que el Kirchnerismo haya
retenido la conducción del gremio. Esta irresponsabilidad les muestra a los
trabajadores y luchadores en general que el FIT es una falsa unidad, que no
trasciende de un frente electoral donde cada uno busca llevar la mayor cantidad
de agua para su molino y que tampoco tiene perspectivas de ser algo distinto.
Por
eso es imperativo demostrar en cada sector y frente a franjas de masas que la
izquierda NO es el FIT. Fortalecer ese espacio sólo va a llevar a una
desilusión más grande con la izquierda, porque la profundidad del proceso se
encuentra en otro nivel, no discutiendo 1 o 2 diputados denuncistas más, sino
encarando un proceso de discusión sobre cuáles son la posibilidad de que la
izquierda sea Poder, como lo pudo ser en el subte en decenas de comisiones
internas, en centros de estudiantes, en comisiones barriales, etc. Hay que
desempolvar viejas discusiones por la hegemonía, por la estrategia de la
izquierda y no como nos ganamos un puñado de militantes. Esa discusión es
faccional como lo es el FIT. La otra es una discusión por el Poder, y hay que
decir como los pueblos de Latinoamérica “Sí, se puede”.
La
disputa que se abre es por el Poder, pero no exclusivamente a nivel estatal. El
primer paso concreto de la clase arranca por disputas parciales del poder: cómo
ganar y dirigir un sindicato, cómo organizar un barrio y ganar las elecciones
en donde la izquierda tenga el suficiente caudal acumulado y no primen las
divisiones. Por eso quienes pretenden poner en segundo plano estas disputas
vienen retrocediendo en lo estructural. El proceso electoral nacional debe ser
un correlato de esto, ya que el camino inverso se ha demostrado
liquidacionista. Mientras no entienden por qué no sacan muchos más votos,
esperando a que la conciencia avance y las masas se den cuenta de que ellos son
la dirección correcta, nosotros estamos convencidos de la necesidad del trabajo
cotidiano, de la construcción de una fuerza que dispute los espacios por abajo,
con unidad, y que se muestre ante la sociedad en lo electoral desde esa unidad.
La
llamada izquierda independiente fue hija de un momento histórico, un momento de
luchas económicas. Esta izquierda adolece de un proyecto de poder, de una
concepción que produzca la unidad de lo diverso y de una vocación por el Poder,
y por ende de una estrategia que lo lleve a él. Nosotros lamentamos no tener la
respuesta pero creemos estar en esa búsqueda. Nuestro aporte humilde son
algunas pistas. Nuestra experiencia en el espacio político “Mesa por una
Izquierda Latinoamericana” debe poder contener la confluencia de diferentes
tradiciones de la izquierda con carácter plebeya, anti-patriarcal, mestiza
desde nuestro acervo cultural latinoamericano.
Por
eso la izquierda independiente naufraga en la estrategia de otros que son
contrarias a los caminos de unidad, de mestizaje. Por eso se arrojan a las
islas de la izquierda tradicional y reman en cuentas electoralistas viniendo
del escepticismo total sobre lo electoral; o van junto a una centro-izquierda
en banca rota como es la UP de Lozano y De Genaro. Pero también, en su desorden,
muchas veces terminan dentro de las filas de los K, por creerlo parte de los
pueblos latinoamericanos que pelean. Toda esta discusión es nuestra
imposibilidad de romper con un momento económico y producir una estrategia de
Poder, de cuáles son los sectores de nuestra sociedad que son capaces de
construir un bloque de Poder capaz de dirigir la complejidad de nuestras
sociedades, y cuáles son las verdaderas Vanguardias en un momento de transición
entre lo económico a lo político.
Si
los que luchan discuten más política, no se referencian en la izquierda
tradicional, ponen la vista en los procesos Latinoamericanos, no se sienten
atados a ninguna tradición de izquierda pero sin embargo reconocen sus aportes,
si donde se logra unidad por abajo discutimos pequeños e importantes lugares de
Poder, si los K como proceso de trasformación demostraron no serlo, si las
luchas de buen agrado incorporan la parte de discusión por el Poder; entonces
la tarea es construir un espacio que invite al mestizaje de la izquierda, que
se comprometa con las luchas y con la construcción de un espacio desde
Latinoamérica para el mundo… Sí, para el mundo.
La
discusión no es sólo electoral, la discusión no es prometer unidades falsas que
en realidad es unidad momentánea decidida coyunturalmente por los burócratas de
izquierda. La unidad es cómo podemos funcionar juntos para que esta izquierda
se muestre para gobernar; que canalice a esos que luchan, que no votan por
bronca a un sistema injusto, que una a todas las luchas fragmentadas que creen
en gobernarse a sí mismo. No es un grito más por la unidad sino por una
síntesis de la izquierda para gobernarnos. Si la izquierda no se une, si la
izquierda no busca gobernar, es responsable del voto a la derecha y es
responsable que este pueblo trabajador no nos vea para gobernar. La culpa será
nuestra y no de la “gente” votando a la derecha… Algunos nos juntamos. Queremos
que sean muchos lo que lo hagan. ¡Viva
la unidad de corazón y revolucionaria!
¡POR UNA IZQUIERDA LATINOAMERICANA UNIDA!
¡PARA
TENER MAS FUERZA PARA LUCHAR!
¡PARA
AUTO-GOBERNARNOS!