Ya no
sabemos lo que es la política. Somos ignorantes y estamos ciegos. Y como somos
ignorantes y ciegos, nos vemos librados a las fuerzas materiales más poderosas,
entonces hoy somos todos esclavos, esclavos del mercado y de la Bolsa. Porque
el poder actualmente es el poder de las finanzas y el poder del mercado., Y
como no sabemos lo que es la política, somos esclavos del poder. Inclusive los
propios gobiernos son esclavos de la Bolsa y del mercado. Entonces, cuando
votamos sabemos que estamos reemplazando a un esclavo del capital por otro
esclavo del capital. Porque el voto en sí mismo no es una verdadera opción, no
es una verdadera decisión. Todos
sabemos que las cosas van a seguir siendo lo que son. Entonces, el voto es lo
mismo, con otras personas. No hay un solo ejemplo en todo el mundo de verdadero
cambio político producido por el voto. Y siempre se reemplaza a un esclavo del
capital con otro esclavo del capital. Hoy, el esclavo de la izquierda está algo
triste y el de derecha está contento. Esa es la gran diferencia. El voto,
entonces, no es un acto político. Es un acto importante, pero es un acto
estatal. Y entonces hay que diferenciar al acto político del acto estatal.
Un acto estatal no es un verdadero momento de libertad. Es una especie de
comprobación. En las elecciones lo que se hace es comprobar que las cosas
siguen su curso. Y nosotros participamos en esta comprobación. Entonces, hoy y
mañana lo que vamos a hacer es preguntarnos qué es un acto político. Lo que ya
sabemos es que es un acto que tiene que ser libre en su forma y en su
contenido. Un acto político es algo que crea tiempo y espacio. Crea tiempo
porque dice "voy a hacer esto o lo otro, según un tiempo que yo estoy
construyendo y no según el tiempo que domina", que es el tiempo del
capital y de las elecciones. El acto político también crea espacio porque dice:
"Voy a transformar a este lugar en un lugar político", es decir, voy
a transformar una calle, una fábrica, una universidad. A ese lugar yo lo voy a
transformar en un lugar político. Entonces, un acto político crea tiempo y lugares. Pero el problema es saber si
actualmente nosotros queremos y si sabemos crear tiempo y espacios políticos. ¿Es
posible no seguir siendo esclavos del capital y del mercado? Esta es una
definición posible de la política. Es decir, la posibilidad de no ser esclavos.
Si la política existe verdaderamente, entonces la política es la posibilidad de
no ser esclavos. Hay que saber si la práctica de lo posible, de esto que
llamamos política, es posible. Entonces lo posible, ¿es posible? Porque la ley
del capital y del mercado dice que lo posible político es imposible. Lo único
que existe es el mercado y el voto. El resto no es más que utopía. Y la utopía
es criminal. Eso es lo que nos están enseñando actualmente.
La palabra utopía es una palabra importante. Se dice hoy que la política de
emancipación es una política utópica, que el comunismo es una utopía. Que la
igualdad es una utopía. ¿Quieren decir que lo posible es imposible? Lo único
que existe es la necesidad. La necesidad de la economía capitalista y las
necesidades de la democracia electoral. Hace 150 años, Marx dijo que si la
igualdad es posible, y si la utopía es posible, eso se hace contra la economía,
contra la democracia. El gran libro de Marx, “El Capital”, tiene como subtítulo
“Crítica de la economía política”. Y el proyecto político de Marx se llamaba
Dictadura del proletariado, una crítica de la economía y de la democracia. Esa
es la crítica de Marx. Y para él ésas son las condiciones de la igualdad y del comunismo.
Actualmente se nos explica que es imposible criticar la economía, la economía
es la realidad y no se puede criticar la realidad. Y se nos explica que es
criminal criticar a la democracia electoral. La democracia electoral es la
moral, y no se puede criticar la moral. No se puede criticar la economía porque
no se puede criticar la realidad, y no se puede criticar la política de la
representación porque no se puede criticar al bien y al derecho del hombre. Por
lo tanto la igualdad es imposible. Es una utopía. Lo único que existe son los
negocios, el dinero, el trabajo, la familia. Y la política es imposible. Por
eso todos somos esclavos. Esto es lo que los esclavos del gobierno les dicen a
los esclavos de la sociedad: nosotros, que gobernamos sabemos que la política de
libertad y de igualdad es imposible, y ya que es imposible, vótennos. Entonces el asunto nuestro es poder decir "no". Tenemos que poder
decir "La política es posible", la política existe y existirá. Es
débil, es poco frecuente, pero puede fortalecerse, puede ser algo que abunde,
puede haber tiempo político y lugares políticos. Lo cual quiere decir "se
puede y se debe criticar la economía, se puede y se debe criticar la política
de la representación". No se puede hacer como lo hacía Marx hace 150 años.
Tenemos que inventar la política, debemos pensar sobre las nuevas condiciones
de la política. Para examinar este tema tomemos como base tres términos: las
masas populares y sus movimientos, el poder del Estado y los partidos
políticos.
Primero,
qué es un movimiento. Un movimiento considerado como condición para toda
política. Porque si no hay movimiento, lo único que existe es el orden y toda
política exige que haya movimiento. Éste es una acción colectiva que obedece a
dos condiciones. En primer lugar no está prevista ni regulada esta acción por
la potencia o el poder dominante y sus leyes. Entonces, esta acción tiene algo
imprevisible. Es decir, es una acción colectiva que rompe con la repetición. El
movimiento es algo que rompe la repetición colectiva, social. Es la primera
condición. La segunda condición para un movimiento es que proponga hacer un
paso más, hacia delante, con respecto a la igualdad. Es decir, la consigna de
un movimiento, lo que dice, lo que está proponiendo, va de una manera muy
general en el sentido de una mayor igualdad. Para que exista un movimiento, entonces, es necesario que se reúnan estas dos
condiciones. No vamos a llamar movimiento a aquello que es una simple defensa
egoísta de un interés. Para que haya movimiento tiene que haber una idea que
nuclee a todos. Y esta idea, forzosamente, es algo que va hacia la igualdad.
Entonces un movimiento, grande o pequeño, es algo que interrumpe el curso común
de las cosas, y es algo que propone que vayamos hacia la igualdad. Al menos en
un punto determinado. Eso es un movimiento.
Segundo, el poder del Estado. Hay que poner dentro de lo que se llama poder del
Estado todos los mecanismos de poder y de dominación. Entonces, hay que incluir
ahí a la propia economía. Esto es importante. El estado de la situación no es
solamente el gobierno, no es simplemente la justicia, la policía y los aparatos
represivos. También es el poder dominante, el poder de dominación de la
economía. Por eso es que lo importante del Estado es su poder. Y este poder es
poder omnipresente. No es un poder que esté solamente en el gobierno o
solamente en el aparato represivo. Todos nosotros sufrimos este poder. Eso es
el Estado. Es decir, lo que hay que entender es al Estado como el estado de las
cosas, o el estado de la situación. Y tercero, los partidos políticos. Un partido es una organización que el Estado
reconoce como una organización que tiene derecho de ocupar ciertas funciones
dentro del Estado, es decir, representa algo para el Estado y dentro del
Estado. La función, por supuesto, puede ser una función gubernamental, como
sucede con las elecciones. Pero pueden ser otras funciones también. Funciones
de representación, de negociación, funciones de discusión o de consulta. Desde
ese punto de vista el sindicalismo, el propio sindicalismo, está vinculado con
la idea de partido, en el sentido preciso de la palabra, es decir, como posibilidad
reconocida de ocupar funciones estatales. El partido es el intermediario entre
el movimiento y el Estado. Puede representar al movimiento en dirección al
Estado, o dirige al movimiento para apoderarse del Estado. En el primer caso,
el partido es representativo. En la segunda concepción el partido es
revolucionario. Pero en ambos casos el partido ocupa o funciona como mediación
entre el movimiento y el Estado.
Esta fue una idea muy fuerte y dominó la política durante el siglo XX. En el
fondo, es una teoría del sujeto político. La idea es que el movimiento en sí
mismo no puede ser un sujeto político. El movimiento es el punto de partida de
una política, pero es necesario construir un sujeto político particular que
represente el poder del movimiento. Y a eso se le llamó partido. Pero esa idea,
la idea de partido, ha entrado en crisis y con ella también la política. Preguntarse
qué es la política hoy es preguntarse forzosamente qué fue esta crisis de la
idea del partido. El siglo XX fue el siglo de los partidos. Es decir, el siglo
en el que la política y los partidos caminaban juntos. Esta idea se terminó.
Hoy hay que comprender a la política de emancipación de una manera distinta que
como una política de partidos. Ahora bien, si en nuestros tres términos “movimiento, Estado y partido” el
partido no aparece más, entonces ¿en qué se transforma la política? ¿Se puede
imaginar una política que implique una relación directa del movimiento con el
Estado? ¿No es ésta una posición pura y simplemente anarquista? (lo cual no es
una injuria). La pregunta es si esto es una posibilidad, o hay un tercer
término, una mediación, pero que no tiene la forma de un partido. Y en ese
caso, qué es ese tercer término.
Éstos son
los puntos centrales de la política actualmente y no es en absoluto la
oposición de la democracia con el totalitarismo. Se trata de plantear otra
cuestión, distinta de la que nos están imponiendo. Cuando se nos dice
actualmente que la política es imposible, lo que nos están diciendo, en
realidad, es que toda política es totalitaria, y que tenemos que aceptar la
gestión del Estado. Es decir, aceptar por un lado la economía y, por el otro,
la democracia representativa. Y todo esto se apoya en esta oposición
"democracia-totalitarismo" como si esta oposición fuera el balance
del siglo XX. Si queremos ser ofensivos tenemos que rechazar esta cuestión y
reemplazarla por otra: pensar la política no a partir del Estado (Estado
representativo por un lado y Estado totalitario por el otro), sino pensar la
política, concebirla, a partir del sujeto político. No es la
idea de revolución lo que está en crisis actualmente, lo que está en crisis es la idea de
partido. No hay que equivocarse de crisis. El enemigo nos dice que la
revolución está en crisis, porque es lo que a él le viene bien. Lo que le
interesa y lo que le viene bien es decirnos "no hay ninguna otra política
posible", y entonces quiere hacernos creer que la política de emancipación
y de igualdad no es posible. Y entonces por eso él considera que es importante
hacernos creer que es la revolución lo que está en crisis. Pero nosotros
podemos y debemos pensar de otro modo. Podemos decir: el siglo XX fue una
secuencia política en particular, no fue el siglo de la revolución sino el
siglo de los partidos, incluidos los partidos revolucionarios. Pero eran
partidos revolucionarios que subordinaban la revolución al partido.
Si esta
hipótesis es correcta, tenemos que concebir de otra manera a la política de
emancipación. No quiere decir política sin organización. La política siempre es
una actividad colectiva y siempre es, en algún sentido, una acción organizada. Pero
hay que diferenciar la organización del partido. La pregunta es entonces qué es
una organización política. Tenemos que tener otra idea de lo que es la fuerza,
de lo que es una fuerza política. No podemos medir más a esta fuerza con
respecto al Estado y sólo con respecto al Estado. A la política hay que darle
otra clase de fuerza. Una fuerza subjetiva que esté distante del Estado. Y la
clave de esto es el movimiento. Es la idea de otra relación entre movimiento y
política. En la vieja concepción el movimiento era social y el partido era
político, y el partido político representaba en la política al movimiento
social. Pero, ¿por qué se decía esto que el partido era político y el
movimiento era social? Porque el partido estaba del lado del Estado. Entonces,
finalmente, se decía que el partido era político porque subordinaba la política
al Estado. Y el movimiento era social porque estaba del lado de la vida de la
gente, y no del lado del Estado directamente.
Entonces tenemos que cambiar la relación entre movimiento y política. Tenemos
que hablar directamente de la capacidad política de la gente, y de cómo se
organiza esta capacidad, con una lógica distinta de la lógica del poder. Son
los problemas, entonces, de la política sin partido, como política de la
organización de la capacidad política de la gente. Y un punto esencial es la
construcción del tiempo. Hay que reemplazar la política impaciente de los
partidos por la política paciente de los movimientos. Pero para eso hay que
construir un tiempo y un espacio, que no son ni el tiempo de la economía ni el
espacio de la representación. Un tiempo distinto del de la economía, que es el
tiempo de la circulación, incluida la circulación de la información. Un tiempo
distinto de ése. Y lugares distintos de los oficiales.
La política de emancipación no puede estar dentro de los lugares oficiales.
Tiene que elegir lugares políticos que le son propios. Esta construcción del
tiempo, esta construcción colectiva del tiempo, es una determinación esencial
del sujeto político en la actualidad. Seamos pacientes. Pero hablo de paciencia
constructiva, la paciencia que inventa un tiempo. Un poco como lo hacen los
artistas, capaces de inventar el tiempo para su obra hasta en la soledad más
grande. Y en ese sentido la política es un arte. Quizá tengamos que pensar un
poco menos que es una ciencia y un poco más que es un arte. Ir a otro lugar
distinto del lugar en donde estamos. Inventemos caminos. Eso es algo muy importante
también. Tenemos que inventar trayectorias que no son las del mundo en el cual
estamos. Va a ser larga y difícil esta invención, y eso lo sabemos todos. Pero
si somos pacientes y viajeros, vamos a poder hacerlo.