miércoles, 25 de febrero de 2015

Karl Marx, su nombre y su obra vivirán a través de los siglos

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho -tan sencillo pero oculto bajo la maleza ideológica- de que el hombre necesita en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que la producción de los medios de vida inmediatos, materiales y, por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben por lo tanto explicarse, y no al revés como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.
Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación (y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo, incluyendo las matemáticas) en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia que revolucionaba la industria y el desarrollo histórico en general, pues Marx era, ante todo, un revolucionario.
Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían en lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.


F. Engels. Fragmentos del discurso pronunciado en el cementerio de Highgate en Londres, el 17 de marzo de 1883. 

lunes, 23 de febrero de 2015

La tarea: producir nuevos conocimientos, nuevos descubrimientos

"No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y las apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción. Defender la doctrina, que según su más profundo conocimiento es la verdadera, contra todos los ataques infundados y contra los intentos de empeorarla, no significa, en modo alguno, ser enemigo de toda crítica. Nosotros no consideramos, en absoluto, la teoría de Marx como algo acabado e intangible: estamos convencidos, por el contrario, de que esta teoría no ha hecho sino colocar las piedras angulares en la ciencia que los socialistas deben impulsar en todos los sentidos, siempre que no quieran quedar rezagados en la vida".

V.I. Lenin. "Nuestro programa" (Fragmentos)

domingo, 22 de febrero de 2015

Marx, el visionario de la catástrofe actual

El siglo XIX presenció varias tentativas fecundas de aportar a un mundo en gestación nuevas tablas de valores, nuevas ra­zones para vivir, nuevas normas de conducta; en suma, una nueva ética. La influencia de algunas de estas tentativas en el siglo XX ha sido tan grande y perdurable que nos vimos llevados a discernir en ello la prueba evidente de nuestra incapacidad para fijar por nosotros mismos los principios de nuestros ac­tos, para darnos un estilo de vida y entrar así en armonía con un mundo que, pese a ser obra nuestra, se nos escapaba. Hoy, quienes vivimos el siglo XXI, estamos obligados a explotar ese legado empírico.
Un pensador genial del siglo XIX ejerció, por medio de sus mensajes, una gran influencia sobre lo que de conciencia moral resta en nuestro tiempo: Karl Marx, el hombre que se erigió en juez incorruptible y despiadado de su época, asignándole nuevas tareas para alcanzar nuevos fines. Al comienzo de su trayectoria intelectual, hubo de enfrentarse con el “sistema”, y conservó, de ese encuentro, una huella profunda que lo llevó a madurar su propia visión del mundo. Producto de esa percepción es que hoy ningún personaje, ninguna obra cultural suscitan y nutren tan­to como los de Marx las controversias filosóficas y políticas actuales.
Marx extrajo los elementos de su doctrina de lo íntimo de su personalidad. Es, por lo tanto, la particularidad y originalidad de su genio lo que nos entrega el secreto y la significación de su mensaje. Como mensaje ético, el pensamiento de Marx no ha perdido nada de su validez y conserva actualmente todo su poder de sugestión y su alcance educativo. Los juicios de valor y los im­perativos enunciados por Marx para las generaciones obreras del siglo XIX pueden proponerse casi sin modificaciones a la conciencia moral de la época presente, cuyo horror desafía la imaginación más fértil.
Y ya que el espectáculo del mundo actual parece salido de un delirio, es preciso reconocer que Marx no exageró en nada cuando elaboró su “teoría de las catástrofes” que, a comienzos del siglo pasado, podía parecer fruto de una obsesión enfer­miza. El panorama apocalíptico de la época actual no solo confirma plenamente las previsiones más pesimistas de las enseñanzas de Marx; revela también su verdadera significación. Si hasta ahora la figura de Marx pudo aparecer bajo la máscara del sa­bio o el visionario, debe imponerse en adelante con los rasgos del forjador de la ética de la revolución socialista.

sábado, 21 de febrero de 2015

Un fantasma recorre el mundo...

El estallido de la crisis económica del 2008 fue un punto de inflexión en muchos sentidos. Si bien el proceso continuo de descomposición del sistema capitalista y su cada vez más barbárico rostro se mantuvieron constantes desde hace un siglo, el cambio de etapa mundial que se ha producido es todavía de una dimensión difícil de magnificar. Desde la primavera árabe al triunfo de la resistencia Kurda frente al ataque del ISIS; desde los indignados españoles hasta el triunfo de Syriza; desde la consolidación del chavismo hasta las crisis brasileras pre-mundial y las movilizaciones mexicanas. Decenas de procesos recorren el mundo con elementos generales comunes y con sus particularidades autóctonas. El muro del capitalismo se ha derrumbado, el mundo ha cambiado para no volver atrás y la etapa de la oportunidad histórica sigue corriendo. En manos de los revolucionarios queda superar sus limitaciones fundamentalmente subjetivas y poder desarrollar y consolidar una herramienta política de la clase a la altura de las circunstancias.
La nueva etapa que atravesamos ha abierto una oportunidad histórica. Franjas enormes del movimiento de masas se funden con una extendida vanguardia en todo el orbe. Claro está que no es la primer crisis que atraviesa el sistema de dominación capitalista, pero también es evidente que es mucho más profunda que en otras oportunidades. La crisis de finales del siglo XIX derivó en la primera guerra mundial y en el primer gobierno obrero de la historia. La del 29 culminó con la segunda guerra y la posterior expropiación de los medios de producción en un tercio del planeta. Otras “menores” se cruzaron con procesos importantísimos como la oleada 68-69 (Cordobazo, Mayo Francés, Tlatelolco, etc.) o la crisis del petróleo que motorizó fenómenos como la revolución Iraní. Lo que nosotros afirmamos es que esta crisis es superior por lejos a todas las anteriores. No sólo por el agotamiento de las ramas productivas para su explotación que han puesto en escena la depredación ambiental como nunca antes se había imaginado (megaminería, fraking, agrotóxicos, etc.), sino también por la bancarrota del sistema especulativo. Pero sin lugar a dudas lo más importante y notorio, y sobre todo lo determinante, es la respuesta del movimiento de masas. Si bien el epicentro se encuentra en Europa y el Medio Oriente, no hay rincón del mundo en que esto no tenga un eco. Una vez más, lo que viene por detrás de la realidad es la herramienta subjetiva.
El derrumbe del modelo capitalista y la crisis de sus herramientas de dominación, combinado con el ascenso de masas, pintan el panorama de la típica definición de situación revolucionaria de Lenin. Sin embargo esto no trae aparejado necesariamente un triunfo si no ha madurado la herramienta política de las mismas. En este sentido observamos una situación muy dinámica, con profundos cambios ideológicos en muchas organizaciones que reflejan el cambio ideológico más general. En un sentido, los sectores vanguardia de la resistencia contra el neoliberalismo comienzan a sacar la conclusión de que es hora de pasar a la ofensiva. De manera incipiente muchos de ellos sacan también la conclusión de que los formatos preestablecidos y la supuesta “pureza” ideológica y programática son meras formas defensivas, anacrónicas para el momento actual. Donde un sector busca avanzar en la realidad del siglo XXI, rinde frutos. Tal vez el ejemplo más resonante sea el de Syriza en Grecia, donde a partir de la integración de más de 14 organizaciones se llegó al poder formal. Resta ahora el camino de replicar eso a nivel estructural y, con esa base, avanzar firmemente por el camino del socialismo. Pero esta no es la única experiencia. Procesos abiertos como el del Partido de los Trabajadores Kurdos, el Bloque de Izquierda (Portugal), el PSOL (Brasil) o Marea Socialista (Venezuela) muestran que no hay un esquema único e impoluto. Que el camino es dinámico y con particularidades propias, y que la regla general es la de la integración de experiencias y tradiciones en un camino común. Quienes sigan en la autoproclamación de que sólo su experiencia histórica es válida, quedarán varados en la banquina de la historia.
Latinoamèrica en general y Argentina en particular, presentan una diversidad cultural e ideológica muy amplia. En el ángulo militante, experiencias honestas provenientes del peronismo, del PC, del clasismo, del trotskismo, del autonomismo, del guevarismo, de la “izquierda independiente” o no partidaria, y organizaciones sociales de las más diversas formas etc., nutren nuestro campo popular. Todas ellas experiencias válidas y con gran caudal acumulado, tanto desde lo teórico como desde lo práctico. No hay manera de disputar franjas de masas en tanto y en cuanto no haya un espacio de síntesis de todas ellas. No se trata de buscar puntos de unidad desde donde partir, menos de hacer concesiones; se trata de desarrollar un proceso de búsqueda de síntesis, de lograr la maduración que permita poner en pie una herramienta colectiva de la clase. En este proceso nos hemos embarcado cientos de militantes provenientes de distintas organizaciones autoproclamadas revolucionarias, los compañeros del MTD Aníbal Verón, del Movimiento Teresa Vive independiente, del MTD Florencio Varela, decenas de cros con experiencias frustradas en organizaciones previas, incluso muchos cuya experiencia militante es lejana temporalmente, pero que ven en la actualidad una posibilidad de reflotar sus utopías. Desde nuestra humilde ubicación pretendemos hacer nuestro aporte al proceso de cambio que recorre el mundo. Esperamos ser millones los que podamos ser parte, y sepultar definitivamente al barbárico sistema capitalista.